#17deOctubre “Padezco de algo que se puede llamar el comunismo hormonal. Por ejemplo, las hormonas hacen que los hombres tengamos barba y las mujeres no. Bien, imagínese que hay personas que nacen con ciertas hormonas que las dirigen al comunismo y las pobres no tienen más remedio que ser así. Bien, ahí tiene el motivo por el que sigo siendo comunista, por una hormona que me impone una obligación ética”, así explicaba hace unos años su postura el escritor portugués José Saramago.
Al margen de los vaivenes políticos del enorme escritor (Premio Nobel de Literatura en 1998), la cita vale para establecer una equivalencia con el peronismo y su faceta sentimental, que en mi caso resulta ser el eslabón que más ancla mi racionalidad con el fenómeno que hoy celebra una fecha fundacional, como es el 17 de octubre de 1945. La referencia induce a pensar un posible peronismo hormonal, que el devenir irá madurando.
Es muy difícil no sentirse identificado, con los matices y divergencias que seguirán siendo materia de intercambios de ideas, con los significados y significantes que trascendieron el nombre compuesto de Juan Domingo y un apellido que no pudo haber sido más musical: Perón.
Una sonoridad que nos devuelve desde la historia y rebota cada día hasta este tiempo posmoderno, el eco de eso que el propio general dijo en su último discurso público, el 12 de junio de 1974: “Llevo en mis oídos la más maravillosa música que, para mí, es la palabra del pueblo argentino».
Una palabra que no está cerrada, que se sigue desplazando por los tiempos buscando respuestas. Que lleva cargada, como una alforja de recuerdos, los pies en la fuente, el Riachuelo como una excusa, la lluvia gris de los 18 años de proscripción, las traiciones y las lealtades, la sublevación del subsuelo de la Patria, el hecho maldito que Eppur si muove (y, sin embargo, se mueve), de los Galileo Galilei descamisados.
