Al comienzo de la democracia se usaba la expresión “mano de obra desocupada”, para referirse a quienes habían prestado servicio en la dictadura cívico-militar y por alguna razón no habían logrado insertarse en el nuevo tiempo político.
En esos años fueron responsables de secuestros extorsivos, y de diferentes acciones desestabilizadoras, que ponían en riesgo la reciente institucionalidad.
El gobierno del entonces presidente Raúl Alfonsín, poco pudo hacer para solucionar este tema, jaqueado por planteos militares, procesos inflacionarios y golpes de mercado.
Llegaron los noventa y de la mano de Carlos Menem, una nueva era de supuesta pacificación, que con los indultos a los protagonistas del Terrorismo de Estado, completaron el ciclo de impunidad que vivía nuestro país.
Ese fue el marco en el que fue asesinado José Luis Cabezas, fotógrafo de la revista Noticias.
El caso trajo una novedad a nuestro país: puso en primer plano el entramado que había entre el poder político, las fuerzas de seguridad y militares, los sectores de la Inteligencia, la Justicia y el poder real: el económico.
Eso es, de algún modo, lo que sale a la luz por esos años.
Y que marcó para siempre que, aún en estos días, siguen habiendo muchas zonas en donde la democracia aún no se hizo presente.