#Medios Ahora es el Pity Alvarez.
Muchos no deben saber que el nombre del cantante es Cristian. Gran parte de los que lo mencionen hoy, mañana, pasado o hasta que la Palabra Mediática así lo ordene, no podrían identificar tres canciones de él ni decir en qué bandas tocó.
Y lo van a mencionar con una sensación ambivalente. Con toda la carga de las conciencias comprometidas, desde el sillón de casa con el control remoto en la mano o desde el deslizamiento activo de los dedos, en las pantallas de los celulares.
Ambivalencia de los que aplauden al policía Chocobar que mató por la espalda a un pibe chorro, pero ahora salen a castigar al Pity “ese”, que vivía falopeado, tenía antecedentes y una vida descontrolada.
Ayer, apenas se levantaron a desayunar noticias para después meterse en la picadora de humanos de la vida cotidiana, las almas se dijeron a sí mismas que ya estaba todo resuelto, que era el Pity nomás, que había testigos, que había un video de cuándo tiró el arma en una alcantarilla, todas pruebas más que suficientes para un hecho que tenía, en ese momento, un prófugo y un cuerpo sin vida de pocas horas.
El Tribunal Supremo de la Patria Mediática ya lo había condenado.
Porque eso sí, somos todos criminólogos, psicólogos, investigadores policiales. Nuevas tareas colectivas, ahora que nos quedamos sin Mundial y sin ser técnicos o periodistas deportivos por un rato (aunque nos queda el consuelo de ser un poco árbitros gracias al grandote Néstor Pitana, que dirige la final y tiene una mujer rubia que lo ama).
El Pity confesó ante las cámaras de los móviles, la infantería del Ejército de la Patria Mediática que lo mandó a buscar, lo que todos ya sabían; que era un asesino. Y como dijo «lo maté porque era entre él y yo», ya estamos habilitados a prescindir de un juicio justo y legal. Total, no importa que haya una Constitución, una estructura jurídica que sostiene la inocencia hasta que se pruebe lo contrario, que no hay autoincriminación que alcance para demostrar culpabilidad.
El Pity nos refleja, como casi todas las noticias. Pero no perdamos de vista que los espejos devuelven la imagen invertida, porque la distorsión, ocultamiento y manipulación de las imágenes que suelen efectuar los dueños de los espejos, impactan en nuestra propia percepción de lo que vemos. Y de lo que somos.
Está saliendo el sol.
La misma ambivalencia social que lo protegería del escarnio si fuese un chico bien de hight society, vestido en ropas de diseñador.
Abrazo Pablo!